Siempre escribo de la tristeza y la muerte, pero pocas veces sobre la alegría. No puedo decir que fui feliz, pero estaba en paz y ese sentimiento era todo lo que quería.
Me inscribí a la escuela, a diseño digital y animación. Mi madre casi llora de la emoción porque su hija estaba tomando las riendas de su vida, porque estaba orgullosa. Luego, comimos pan de muerto y la vida parecía ir por buen camino.
Finalmente estuve emocionada por volver a ser estudiante, por estudiar algo que me gustaba, pero la vida me tenía listo un bache y me tropecé con él. En los últimos cuatro meses no estuve en paz, no fui feliz.
Llore, me sentí insuficiente, sola y perdida cuando debí sentirme completa. Le doy gracias a esa persona por haberse ido, porque yo nunca me hubiera alejado de ese sentimiento desagradable.
Me hubiera gustado escribir de la paz tan intensa e interna que sentí, pero no lo hice, pero hoy lo hago.
Qué bonita te veías Monse. Sintiéndote plena, sintiéndote poderosa, sintiéndote con miedo, pero avanzando de todas formas. Vamos a darnos una tregua, vamos a tener una cita con nosotras, vamos a lavar nuestras manos en el agua clara y vamos a reírnos de mojarnos los pies en la lluvia.
Vamos a soñar de nuevo y vamos a abrazarnos. Vamos a superar, vamos a estar en paz un ratito más. Porque las personas a veces son sólo oscuras tormentas que vienen a dañar nuestros rosales, pero podemos plantar nuevas rosas rojas y mirar cómo crecen desde la tranquilidad del pórtico.
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