"La ropa sucia se apila en su habitación.
Su armario es un desastre, lleno de todos los esqueletos que ha mantenido..."
¿Cuando será la siguiente vez?, eso es lo que te preguntas siempre que termina una crisis, aún así nunca estas lista para la segunda ronda.
A veces aparecen pequeños flashes de felicidad a lo largo del día, estos se acompañan de una chispa de optimismo que te convence de que todo estará bien. Te sientes plena, alegre, aterrada, porque sabes que esos sentimientos nunca llegan al final del día.
De un momento a otro tu habitación es inhabitable, quieres limpiar, hacer a un lado los kilos de ropa que yacen tiradas en el suelo, pero sólo te recuestas en la cama mientras botas todo; ves vídeos de personas que no se ven tan jodidas como tú. ¿Qué se sentirá ser feliz?
Al día siguiente te das cuenta de que la ropa sucia no sólo esta en la silla, en el piso, sino que ahora está sobre ti, porque ni siquiera te has cambiado, no te has metido a la ducha, ¿para qué? ¿quien va a mirarte? y aunque te metas a bañar, la porquería de persona que crees que eres seguirá allí.
Los días pasan, la ansiedad comienza a carcomer tus huesos porque no sales de tu recamara, deberías estar haciendo algo útil, deberías ir aunque sea a comprar la despensa, pero al mismo tiempo comienzas a tener miedo del exterior. Mueres de hambre, pero tareas tan sencillas como descolgar el teléfono y pedir una pizza se vuelven una tortura. Igual y si duermes todo el día, dejas de sentir.
De pronto, te fuerzas a salir de la cama, levantas un poco de ropa, te bañas, sales, miras el cielo azul, te convences de que todo estará bien.
Eres una ansiosa no tratada, ¿cómo has vivido 24 años así? ¿cómo has aprendido a ser tu mejor amiga cuando te odias?
"No me importa lo que hiciste, sólo me importa lo que hacemos.
La ropa sucia se ve bien en ti."
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