La nubes azules con un tinte rosa siempre le dan calidez a su alma.
Ella camina ocultando su rostro del sol. Mira la soledad de su sombra, cierra sus ojos y piensa en la vacia carretera.
El viento revuelve su cabello y la abraza con ese nostálgico frío invernal que la traslada a su niñez; la primera vez que sintió ese hueco en su pecho.
Ella fuma solamente cuando su corazón está realmente roto. Cuando la ansiedad y la depresión juegan con su oscuro cabello susurrándole cientas de frases que cortan su piel. Desearía estar sangrando para olvidar.
Cuando un cigarro está por terminarse se dice así misma que la tristeza también se irá. No es una mentira, ella está intentando, realmente se esfuerza para que su soledad desaparezca como el humo de su segundo cigarrillo.
A veces, cuando las nubes caminan lentamente sobre ella, imagina que todo es posible. Que quizás una mañana despertara con una rosa azul a su lado que le dará la paz que tanto necesita. Quizás un día entre tantas tiendas de ropa encontrará la chamarra de vinipiel con la que tanto soñó ser abrigada.
Algunos días usa sus audífonos todo el día, sonríe para sí misma; se hace creer que no está sola, pero cada día se acostumbra más a estar sin nadie, eso comienza a asustarla. Aunque le sea vergonzoso, sabe que desearía tomar su mano.
¿La mano de quien?, no lo sabe.
Alguien le dijo que está esperando perfección, así era, pero luego de aquella noche con la culpa carcomiendo su alma y el whisky en su sangre se dio la oportunidad de ya no buscar algo perfecto porque ni siquiera ella lo es. Ahora sólo quiere algo que no la arruine demasiado, aún así fallo en su intento.
La virgen suicida se lamenta por sentir y tener fe en la personas. Sólo ha sido abucheada, engañada, pisoteada. Tiene un corazón que grita demasiado.
Está realmente aterrada del mundo, pero confía en que un día encontrará aquello que anhela.
Quizás cuando el último cigarro se termine y su corazón no tenga nada más que ofrecer por lo quebrado que está.
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