“Tengo 23, aún me siento igual…”
Así es como empezaba aquella canción.
Mientras caminada lejos de las grises nubes recordaba la escena con una chica rara en medio de desconocidos, alejándose, mirando la pantalla su celular buscando la sanidad a su mente.
Sabes que nadie va a buscar una chica ansiosa y depresiva.
Sabía que todo iba a salir mal, pero tenía la esperanza de tener una pequeña oportunidad de ganar, sin embargo al terminar el camino la carretera se quebró. Una chica introvertida no era la respuesta y probablemente jamás lo será.
“Me gusta estar sola la mayor parte del tiempo hablando conmigo misma sin nadie más, esa es la forma en que me gusta…”
Ella sonrió para sí misma en medio del camino mientras el sol calentaba sus frías manos y su boca le pedía la presencia de un cigarro en vez de besos. Esa es su forma de limpiar otra herida en su corazón.
Una mujer rota que anhela ser vista, pero quiere ser invisible.
Quiere vivir algo diferente, pero su mente hace ruido, no la deja moverse.
Es mentira que para un roto siempre hay un descosido. Para ella jamás ha habido alguien.
“Tengo 23, aún me siento igual… conduzco rápido, así puedo sentir algo…”
Ella corrió al final del camino, exhalo el humo del cigarro, cerró sus ojos, se miró en el espejo, pálida, con el delineador negro cubriendo sus oscuros ojos, y cuando el humo se disipo, se sintió bien.
Está acostumbrada a perder antes de intentar ganar.
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