Los tacones suenan sobre la vieja madera,
el viento choca feroz contra las ventanas de una obscura recamara,
en medio un corazón se rompe derramando un tónico azul,
el amor se derrama a través de la suela de sus botas,
las lagrimas se llevan el polvo de la vieja madera,
las espinas se clavan profundamente en su pecho.
Nada parece cambiar, el cielo aún brilla,
aun cuando ella muere lentamente en la soledad que eligió,
no quiere dañar al mundo con su presencia,
no quiere dañarse a sí con la presencia del mundo.
Los últimos suspiros escapan de su abdomen convirtiéndose en mariposas rosas,
la vida nunca puede ser una película romántica,
los sueños sólo son sueños.
La vieja madera se va a quebrar, y ella aún mantiene los ojos abiertos
mientras se tiñen de negro.
Poco a poco su alma se desvanece.
Poco a poco su alma se desvanece.
Sus dedos se quiebran y su lengua se atrofia,
la vida se le escapa, o ella escapa de la vida.
Es su refugio el dejar a su corazón morir,
quiere alejarse de sus anhelos de niña.
Los tacones suenan aún en la vieja madera,
los pies pertenecen a sus miedos que bailan sobre el piso de su cordura,
está sola, buscando alguien que se atreva a quererla,
pero nadie quiere un cuerpo lleno de cicatrices,
nadie quiere una voz corrompida,
nadie quiere una mente distorsionada,
nadie quiere un temeroso amor.
Nadie quiere salvar, todos quieren ser salvados.
Ella anhela que el piso se rompa, el miedo caiga,
su cordura se rompa, su corazón termine de derramar esa sangre azul que le arde.
Quiere morirse completamente sola,
quiere morirse con alguien que sostenga su mano,
quiere huir, quiere paz.
Y sin embargo el miedo aún baila sobre ese viejo piso
junto con los fantasmas de los sueños que quiere dejar ir.
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