El día más frío de toda mi vida.
El viento penetraba mi piel como si estuviera compuesto de finas agujas;
penetraba hasta mis huesos, los hacía congelarse,
parecía que ante el más mínimo movimiento se quebrarían.
Sin embargo mi alma era la que ya estaba rota, abatida,
cubierta de escarcha, al igual que mi sombrío corazón
que nunca amó nada más que a ti.
Mi amor, ahora que duermes te ves tranquila,
como si tu alma estuviera en un lugar cálido.
Mi amor, sabes bien que adulaba a la muerte.
Antes de conocerte creía que era cálida,
que me acurrucaría entre sus fúnebres ropas,
pero contigo frente a mí, he comprendido que la muerte es fría, sombría.
La temperatura de tu cuerpo descendió con rapidez descomunal,
y tu rostro ha sido abandonado por el rosado color de la vida.
Mi amor, yo adulaba a la muerte antes de conocerte,
la anhelaba, la deseaba, la pedía a gritos porque pensé que nada más valía la pena.
Amor mío, me mostraste que en el mundo aún hay cosas por las que vale vivir.
Pero traicioné este amor enfermo a dormir eternamente,
se ha vengado arrebatándote de mis brazos.
Amor mío, la muerte es tan fría,
amor mío, este día es helado porque la muerte sigue a mi lado contemplando su obra, y no me dejará alcanzarte.
Amor mío, la muerte es tan triste, y la vida lo es aún más.
Amor mío, la muerte es tan solitaria, pobre de ella, pobre de mí, pobre de ti.
¿Estás sola?, ¿estarás asustada?, ¿ya me extrañas?
Mi amor, perdóname.
Cuando te alcance, prometo que nunca más tendrás frío.
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